domingo, 31 de marzo de 2013

TIEMPO FUERA O TIME-OUT


El time-out, tiempo fuera o la silla de pensar son diferentes formas de denominar a un tipo de castigo muy empleado en las técnicas de modificación de conducta.

¿En qué consiste?
El time-out consiste en retirar o apartar al niño durante un tiempo del lugar dónde está realizando una conducta negativa y que queremos eliminar. De este modo castigamos la conducta inapropiada.

El tiempo fuera o time-out, es una técnica de castigo, consistente en la retirada de algo agradable. Por ello, este es el tipo de castigo menos problemático, ya que no se trata de una reprimenda ni es un castigo físico.


¿Cómo lo hacemos?
Cuando se produce la conducta negativa mandamos inmediatamente al niño a su habitación, a un rincón que previamente habremos escogido. Lo fundamental es que no debe ser un lugar atemorizante ni un lugar dónde pueda jugar. Lo mejor es escoger un lugar neutro, el pasillo por ejemplo suele ser un buen sitio.

En el momento que el niño tiene una de sus rabietas, se pelea con sus hermanos, está muy alterado, ... le mandamos a su habitación o a su rincón de pensar sin discutir con el niño, porqué previamente ya se lo habremos explicado. Cuando hacemos esto estamos aplicando el tiempo fuera.

 


7 Consejos para Time Out éxito.

A fin de que el tiempo de espera impuesto a portarse mal a los niños a ser eficaces, los padres podrían adoptar los siguientes consejos:.

1. Informar y hacer cumplir.
Siempre empezar por decirle a su hijo lo que él hizo eso es inaceptable. Déle una advertencia siempre que sea posible y decirle a él en una voz firme y tranquila para ir al tiempo de espera. (Advertencia en caso de que el comportamiento de bateo o destructivo no es apropiado ya que este tipo de mala conducta debe resultar en un tiempo de espera automático.).

2. Use un cronómetro.
Una vez que el niño está en el tiempo de espera, configurar un temporizador para tres o cinco minutos y dejarlo solo. Es de vital importancia de no hablar con él mientras está en tiempo de espera.

3. Insistir en el silencio durante dos minutos.
El niño debe permanecer en silencio durante al menos dos minutos antes de que se les permita salir de el tiempo de espera.

4. Repita el comando.
Al tiempo de espera se utiliza debido a que el niño no hacía algo que se le dijo que hacer, los padres deben repetir el comando original una vez de tiempo de espera ha terminado. Si el niño todavía se niega a obedecer, entonces todo el tiempo a la secuencia tendría que ser repetido.

5. El uso de tiempo extra

Para los niños menores de seis años de edad que se niega a ir el tiempo de espera, los padres pueden suavemente pero con firmeza llevarlos a tiempo de espera. Sin embargo, para los mayores de seis años de edad, los padres deben hacer cumplir "un minuto extra" para cada negativa a ir el tiempo de espera de hasta diez minutos.

6. Esté preparado para manejar tiempo de espera .
Si el niño se porta mal viene de tiempo de espera antes de tiempo, con calma le devuelva con una advertencia de pérdida de privilegios (por ejemplo, no la televisión para, por la noche en bicicleta bajo llave durante 24 horas). Para más joven niño que se baja de una silla de tiempo de espera, no debería ser una advertencia también, por ejemplo, "Si se baja la silla, usted irá a la sala de espera.".

7. Sea positivo.
El comportamiento inapropiado por lo general va a empeorar antes de mejorar al tiempo de espera se utilizó por primera vez. Mantenga una actitud positiva al respecto. Si el tiempo de espera se utiliza para el comportamiento de bateo o destructiva, de una vez de tiempo de espera ha terminado, los padres deben buscar a los niños el comportamiento positivo primero y elogiarlo para reforzarla.

 Tiempo de espera tiene la ventaja sobre la docencia y nalgadas, proporcionando una respuesta no violenta al conflicto. Se detiene el conflicto y la frustración, al permitir un período de reflexión tanto para los niños y padres de familia.

 

sábado, 9 de marzo de 2013

MI HIJO MUERDE, ¿QUE DEBO HACER?



"Nuestro hijo empezó a morder cuando le salieron los primeros dientes. Lo hace sobre todo cuando se enfada, pero otras veces lo hace por las buenas. Tenemos miedo de que muerda a sus compañeros cuando llegue el momento de llevarle al colegio” FRASE  Y PREOCUPACION DE MUCHOS PADRES.
Lo primero que voy a explicar es porque los niños muerden:
Por increíble que parezca, morder es parte normal del desarrollo temprano de todo niño. Los bebés y los pequeños que recién empiezan a caminar muerden por diversas razones que van desde el proceso de dentición hasta la exploración de objetos con la boca. Cuando aprenden la relación causa-efecto, muchas veces intentan morder a las personas para obtener una reacción. Morder también puede ser una forma que encuentra el niño para llamar la atención o expresar sus sentimientos. La frustraciónla ira y el miedo son emociones muy fuertes y los pequeñitos no tienen los recursos para lidiar con ellas. Por tanto, es un lenguaje para decir: “Estoy aquí” o sencillamente “Eso no me gusta”.
Es un comportamiento más frecuente en los niños de 1 a 2 años y tiende a desaparecer en la medida que se aprenden otras habilidades de comunicación.
El hábito de morder normalmente se origina por uno de cuatro factores diferentes:
Experimentación:
Los bebés y los niños pequeños muerden para experimentar y explorar el mundo que los rodea. Se llevan todo tipo de objetos a la boca y a veces los muerden. Usted puede contribuir a erradicar esta mala costumbre diciéndoles: "¡No, morder duele!" y manteniéndose firme. También ofrézcales cosas que puedan morder de modo seguro como por ejemplo, anillos para la dentición.
Frustración:
Un niño pequeño puede también morder si se siente frustrado o incapaz de enfrentar una situación. Hasta que aprenda a jugar cooperativamente, es posible que responda a las demandas de los demás niños pegándoles o mordiéndolos.
Impotencia:
Es posible que un niño muerda cuando necesita sentirse fuerte. Por ejemplo, el niño más pequeño de la familia puede a menudo llegar a morder a alguien sólo para ganar poder.
Estrés:
Un niño puede morder si siente un gran estrés emocional. Tenga siempre en cuenta que el hecho de que el niño muerda a alguien puede llegar a tratarse de un signo de sufrimiento o dolor cuando se siente enfadado o enojado.
¿QUE HACER SI MI HIJO MUERDE? 

Consolar primero a la víctima

Dirige tu atención a la persona que ha sido mordida, especialmente si es otro niño. No debes señalar en primer lugar la conducta errada pues la reforzarías. Recuerda que el mordedor quiere llamar la atención. Si ha habido alguna lesión, desinfecta el área del herido con jabón y agua. Luego aplica hielo. Pero la atención debe estar fijada siempre en el herido, para que el quede en segundo plano y vea que  esta manera no es la correcta para llamar tu atención.

Permanece calmado y firme

Dirígete a tu hijo con firmeza  agachado a su nivel y diciendo: “¡Morder hace daño y duele!”. Utiliza una frase simple que el pequeñito pueda entender. Deja claro que morder está mal pero sin dar explicaciones que aún no puede entender. Mientras más calmadamente reacciones, más rápidamente se solucionará el problema.

Consuela al mordedor si lo necesita

A menudo sucede que los niños que recién caminan no entienden que morder duele. Es correcto consolar a un menor si se siente culpable por haber lastimado a su amigo.( esto si es la primera vez, si la conducta es repetida pues lo mejor es ignorarlo)

Ofrece alternativas

Cuando todo se haya calmado, sugiere alternativas que sean a través de palabras, por ejemplo: “Stop”, “Detente”, para comunicarse con los otros y así evitar que vuelva a morder, pues al escuchar estas palabras lo asociara y entenderá.

Desvía la atención

Las distracciones obran maravillas en los niños de esta edad. Si los niveles de energía y emociones están muy altos ya, o hay aburrimiento, encauza la atención hacia otro tipo de actividades más novedosas: cantar, bailar, colorear u otro juego, un juego de disfraces
Felicitarlo:
Elógielo cuando no muerde, de esta manera podrá darse cuenta que haciendo cosas positivas llama más la atención de papá y mamá.



Si los pasos anteriores no resuelven, puede ser efectivo hacer una pausa: se lleva al niño hacia un lugar más alejado por un minuto y se le calma. El castigo no suele ser necesario en estas edades pues morder es normal y muchos no entienden que están causando daño a otras personas. Pero sí recuerda ser firme y llevar a cabo cada uno de los pasos anteriores, es una excelente manera de educar mejor a tu hijo y evitar de esta manera que pueda morder en el colegio.

sábado, 2 de marzo de 2013

Como comunicarme con mi hijo?







"Me cuesta comunicar con mi hijo, y eso que me intereso mucho por lo que hace, pero nunca sigue mis consejos ni confía en mí cuando tiene problemas." ¿Te has sentido así alguna vez? ¿Crees que necesitas revisar la manera de comunicar con tu hijo? Escuchar atentamente es el primer paso que nos permitirá conocer qué preocupa al niño y cuál es su estado emocional. Alguna vez te preguntaron
cuando eras pequeño si tenías algún problema? Pues los niños también tienen problemas. El mundo emocional del niño es tan o más complejo que el del adulto, lo que dificulta el entendimiento entre ambos y hace imprescindible que los padres aprendamos el arte de la comunicación para garantizar que decimos lo que queremos decir y, a la vez, escuchamos lo que realmente el niño siente y quiere decir. Esto puede parecer una insignificancia pero en las relaciones cotidianas, los conflictos, la sobrecarga de trabajo y el cansancio ponen las relaciones entre padres e hijos en constante jaque.
Nosotros, como adultos, confiamos nuestros sentimientos, problemas y ansiedades sólo a aquella o aquellas personas que sabemos que realmente nos prestarán toda su atención y nos escucharán más allá de las palabras. A los niños les ocurre lo mismo. Y cuanto más pequeño es el niño, más necesita que prestemos oídos y atención a sus conflictos cotidianos por mucho que a nosotros, en ocasiones, nos parezcan insignificantes.
Las palabras que utilizamos como respuesta a las explicaciones de un niño pueden facilitar que continuemos el diálogo o bloquearlo. Veamos el ejemplo siguiente:

Santiago es un niño de 4 años y al salir de clase la maestra le dijo a su madre:
- Hoy he tenido que castigarle con otros niños en unas sillas aparte porque no querían volver del recreo.
Su madre podía haber contestado:
- ¿Cómo es eso Santi? Debes hacer caso a tu maestra y entrar en clase cuando ella lo dice.
Y ahí se habría acabado la conversación. La madre no habría dejado espacio para la comunicación ni de los sentimientos ni de la situación personal vivida por el niño en el recreo.
Veamos cómo respondió su madre y qué sucedió:
Maestra- Hoy he tenido que castigar a Santiago con otros niños en unas sillas aparte porque no querían volver del recreo.
Madre- (cogiéndole en brazos y alejándose) ¿Cómo te has sentido cuando la señorita te ha castigado?
Santiago- Mal, muy mal.
Madre- ¿Por qué crees que os ha castigado?
Santiago- Porque no entrábamos en clase. Pero es que yo estaba jugando con mis amigos en el tobogán y no quería entrar.
Madre- ¿Y crees que tenías que entrar o quedarte en el patio?
Santiago- Tenía que entrar.
En el primer diálogo, para el niño, la intervención de su madre resulta vacía de contenido puesto que él ya ha llegado a la conclusión de que debe entrar en clase cuando la maestra lo llama y, sin embargo, no se tiene en cuenta cómo se ha sentido, cómo ha vivido la situación. Mientras que, en el segundo, lo que el niño recibe es: "A mi madre realmente le interesa lo que siento y lo que pienso".
Existe una tipología de padres basada en las respuestas que ofrecen a sus hijos y que derivan en las llamadas conversaciones cerradas, aquellas en las que no hay lugar para la expresión de sentimientos o, de haberla, éstos se niegan o infravaloran:
  • Los padres autoritarios: temen perder el control de la situación y utilizan órdenes, gritos o amenazas para obligar al niño a hacer algo. Tienen muy poco en cuenta las necesidades del niño y transmiten el mensaje de que los padres no están interesados en lo que el niño sienta o tenga que decir. Se erigen en la autoridad por la fuerza.

  • Los padres que hacen sentir culpa: interesados (consciente o inconscientemente) en que su hijo sepa que ellos son más listos y con más experiencia, estos padres utilizan el lenguaje en negativo, infravalorando las acciones o las actitudes de sus hijos. Comentarios del tipo "no corras, que te caerás", "ves, ya te lo decía yo, que esa torre del mecano era demasiado alta y se caería" o, "eres un desordenado incorregible". Son frases aparentemente neutras que todos los padres usamos alguna vez. El problema es que sean tan habituales que desmerezcan los esfuerzos de aprendizaje de nuestro hijo y le conviertan en una persona dubitativa e insegura.

  • Los padres que quitan importancia a las cosas: es fácil caer en el hábito de restar importancia a los problemas de nuestros hijos sobre todo si realmente pensamos que sus problemas son poca cosa en comparación a los nuestros. Comentarios del tipo "¡bah, no te preocupes, seguro que mañana volvéis a ser amigas!", "no será para tanto, seguro que apruebas, llevas preparándote toda la semana" pretenden tranquilizar inmediatamente a un niño o a un joven en medio de un conflicto. Pero el resultado es un rechazo casi inmediato hacia el adulto que se percibe como poco o nada receptivo a escuchar. Con este tipo de respuestas sólo lograremos alejar a nuestro hijo de nosotros y comunicarle que no nos interesan ni sus problemas ni sus sentimientos o que los consideramos de poca importancia, opinión de la que es fácil derivar "luego, yo tampoco les intereso".

  • Los padres que dan conferencias: la palabra más usada por los padres en situaciones de "conferencia o de sermón" es: deberías. Son las típicas respuestas que pretenden enseñar al hijo en base a nuestra propia experiencia, desdeñando su caminar diario y sus caídas. "Deberías estar contento, la fiesta de cumpleaños ha sido un éxito" o "deberías saber que tu profesor sólo quiere lo mejor para ti". Así estamos dejando de escuchar y de interesarnos por lo que realmente el niño o el joven está sintiendo o pensando. Después de respuestas de este tipo, nuestro hijo dará media vuelta y probablemente pensará: "ya está otra vez diciéndome lo que tengo que hacer, ¡qué pelma!".
Escuchar es un arte que implica en la misma proporción a la razón y al corazón. Descuidar uno desnivelará la balanza y perderemos el equilibrio necesario entre la corrección y la ternura, o entre la educación y el amor. Escuchar ha de implicarnos totalmente. Cuando nuestro hijo se acerca lloroso, apesadumbrado, disgustado, dolido o desengañado, escuchemos no sólo las palabras, sino empaticemos con él y miremos sus ojos, su corazón, sus sentimientos y emociones más profundas y sintámonos seres privilegiados por poder estar a su lado y ser con nosotros con quienes comparte sus ansias y desvelos, y démosle entonces las palabras de aliento y el abrazo necesario que les lleve a poder VIVIR Y APRENDER como seres autónomos y emocionalmente estables.