Bárbara tiene cinco años. Hace ya veinte minutos que su madre le
dijo por vez primera que se fuese a duchar. Desde entonces, lo ha repetido unas
quince veces. Poco a poco, ha ido subiendo el volumen de voz, pero la niña
sigue sin reaccionar. Cuando ya no puede más, la madre da auténticos alaridos.
Entonces la niña, enfurruñada, se levanta y va a la ducha. Pero ya están todos
enfadados, nerviosos y de mal humor. Suena esto conocido???.
Si somos sinceros, gritar no resuelve los problemas de comportamiento ni disciplina en los hijos. La próxima vez que sientas que tus hijos están rebeldes, que no te hacen caso y que no te queda otra alternativa que gritar, respira y piénsalo dos veces. Te doy tres razones para no perder el control con los niños.
Si somos sinceros, gritar no resuelve los problemas de comportamiento ni disciplina en los hijos. La próxima vez que sientas que tus hijos están rebeldes, que no te hacen caso y que no te queda otra alternativa que gritar, respira y piénsalo dos veces. Te doy tres razones para no perder el control con los niños.
1.
Gritar eleva la agresividad en vez
de reducirla
¿Te gustan los gritos? ¿Los encuentras agradables? Lo más seguro es que no. Gritarle a alguien generalmente lo altera más y aumenta la agresividad. Si deseas restaurar la calma en tu hogar, no lo lograrás mediante algo agresivo. Trata de respirar y si el comportamiento de tus niños está muy malo, haz una amenaza de castigo que estés dispuesta a cumplir. Por ejemplo, puedes decir que contarás hasta tres y que si no dejan de pelear, les apagarás la televisión o les quitarás sus videojuegos hasta el próximo día. Si eres consistente, los niños aprenderán a respetarte.
Otra opción es cambiar la actividad a algo más tranquilo para modificar la energía y calmarlos a todos. Hagan plastilina, soplen burbujas o pompas de jabón, lean. Todo eso relaja. Bañar a los niños también suele calmarlos y la música tranquila, también.
¿Te gustan los gritos? ¿Los encuentras agradables? Lo más seguro es que no. Gritarle a alguien generalmente lo altera más y aumenta la agresividad. Si deseas restaurar la calma en tu hogar, no lo lograrás mediante algo agresivo. Trata de respirar y si el comportamiento de tus niños está muy malo, haz una amenaza de castigo que estés dispuesta a cumplir. Por ejemplo, puedes decir que contarás hasta tres y que si no dejan de pelear, les apagarás la televisión o les quitarás sus videojuegos hasta el próximo día. Si eres consistente, los niños aprenderán a respetarte.
Otra opción es cambiar la actividad a algo más tranquilo para modificar la energía y calmarlos a todos. Hagan plastilina, soplen burbujas o pompas de jabón, lean. Todo eso relaja. Bañar a los niños también suele calmarlos y la música tranquila, también.
2.
Gritar
refleja una pérdida de control
Cuando todo parece un verdadero
desmadre, gritar parece la única manera de retomar el control. Sin embargo. Es
un reflejo de la falta de control. Si papá o mamá son incapaces de controlarse
a sí mismos, no sólo no brindan un buen ejemplo a los niños, sino que les
estamos diciendo que cuando las cosas no son como nos gustarían, es válido
gritar y ser agresivos. A largo plazo, crea un problema mayor, porque se vuelve
la manera en que todos en el hogar expresan su frustración cuando las cosas no
andan como desean,
3.
Gritar no resuelve los problemas
Si nos has sabido ponerle límites a
tu hijo, no esperes que cuando se esté portando mal puedas controlarlo a gritos.
Para resolver el problema de fondo, pon nuevas reglas, explica las
consecuencias si no se respetan y cumple las amenazas porque si no los niños
aprenden que nuestras palabras no significan nada. Además, al gritar, estás
prestándole atención a tu hijo cuando se porta mal. Verás que si le empiezas a
dar atención cuando se porta bien (como felicitándolo, abrazándolo, sacándolo a
pasear), que estarás reforzando el comportamiento positivo y le darás una
motivación extra para llamar tu atención con cosas buenas y no haciendo
travesuras.
Cambiar los patrones de conducta de tu familia no es fácil y lograr auto controlarse, tampoco. Sin embargo, es posible, por lo que ponte la meta y si eres consistente, de seguro podrás lograr más armonía en tu hogar.
Cambiar los patrones de conducta de tu familia no es fácil y lograr auto controlarse, tampoco. Sin embargo, es posible, por lo que ponte la meta y si eres consistente, de seguro podrás lograr más armonía en tu hogar.
Cuanto más gritemos a
nuestros hijos, mayor será la cantidad de hábitos nerviosos que van a
desarrollar. Cuanto más griten los padres tanto más aumentarán los síntomas del
estrés, tales como arrancarse el pelo, escarbarse la nariz, parpadear, mojar la
cama y otros. Cuanto más gritemos, peor será la salud física de los niños: más
dolores de cabeza, de estómago, resfríos y gripes. Cuanto más gritemos, mayores
serán los problemas de conducta de nuestros hijos: desobediencia y desafío en
casa o el colegio.