Muchos padres se enfrentan
ante el dilema de negarles cosas a sus hijos y no saben decir “NO”, por ende
les cuesta marcar límites. Aquí te presento la importancia de decirle “NO” a
tus hijos.
Una escena muy común en cualquier familia con niños,
es cuando la madre pasea con su hijo por el centro comercial y el niño le pide
que le compre alguna chuchería, la madre o padre ante tal insistencia (¡y los
niños sí que saben serlo!) terminaran comprándole el artículo en cuestión. Vivimos
en una sociedad consumista donde niños y adultos están expuestos a miles de
estímulos que invitan a comprar y consumir.
¿Se es mal padre al decir “no”? La respuesta es
NO. El decir que no es positivo por las siguientes razones:
- Los niños necesitan tener frustraciones, esos reveses
de la niñez son los que ayudan a fortalecer la personalidad y a superar los que
se presentarán en la vida adulta.
- Sé padre de tu hijo y no amigo. Tu hijo no es un par
tuyo, necesita una figura de autoridad y alguien que le ponga límites, no cedas
ante cualquier capricho o deseo.
- Si les pones límites desde pequeño a tu hijo, en su
vida adulta sabrá auto limitarse por sí mismo. Poner límites no significa
castigarlo sino explicarle que las cosas en la vida se consiguen en base a
esfuerzo y merecimiento.
- Un niño con límites será en su vida adulto un niño
seguro y capaz de sortear dificultades en su vida adulta.
- Cuando le digas que “NO” explícale el porqué de tu
respuesta.
No te sientas mal si te cuesta al principio decirle
“NO” ante cualquier pataleta o disgusto que te dé, al principio será difícil y
tendrás que aguantar llantos y planteos de todo tipo, sin embargo un “no” en el
momento adecuado servirá mucho para la formación futura de tu hijo, sólo ten
paciencia y recuerda que es por su bien.
Aunque todavía son muy
pequeñitos, los niños ya tienen la capacidad suficiente para entender el «NO».
El problema es que se trata de una palabra que escuchan con tanta frecuencia,
que hay que dejarles claro cuándo la decimos en serio.
No es lo mismo un «NO» claro, conciso, concreto y
dirigido exclusivamente a ellos, que un «no me pongas nerviosa jugando con las
llaves».
- Cada vez que el niño quiera alcanzar, morder o jugar con un objeto inapropiado, hay que decirle que no sin alterarnos, muy despacio y mirándole a los ojos, (incluso habrá que agacharse para ponerse a su nivel).
- Además, hay que usar frases muy sencillas del tipo «no, las llaves a la boca, no», y acompañarlas de gestos que puedan entender (en este caso, retirárselas con un movimiento suave).
- Esta fórmula, a primera vista muy sencilla, es suficiente. Pero habrá que repetirla las veces que sea necesario. Porque, después de todo, lo que estamos haciendo es educarle. Y eso requiere observarle continua y constantemente.
- Conseguir que obedezcan al «NO» debería ser una de las prioridades de los padres cuando sus hijos llegan al año.
- Y es que los límites son imprescindibles para que el niño se sienta seguro y tranquilo. Con ellos sabrá qué puede hacer y qué no.
- Y no solo eso, las normas le hacen estar seguro y ganar autonomía poco a poco.
- Una de las tareas más difíciles es mantener los mismos criterios. O, dicho de otro modo, que todos los que cuidamos al niño digamos «NO» a las mismas cosas.
- Es fundamental ponerse de acuerdo para que los niños puedan asimilar límites (no agarrar, morder, tocar determinadas cosas), las rutinas (la hora de las comidas, el baño, la cama) y las normas (no salir a la calle sin agarrar de la mano a papá o mamá, ver la tele solo media hora, pintar únicamente en hojas).
- De lo contrario, el niño se sentirá desorientado y... ¡enojado!
- Igual de importante es no contradecirse uno mismo. Mantener sus rutinas es fundamental para que empiece a asimilar las normas. Y aunque al principio cueste, poco a poco veremos que el trabajo ha merecido la pena.
- La idea es felicitarle cuando cumple las normas. Eso no significa que no haya que corregirle.
- Debemos hacerlo de forma calmada pero firme, sin dudar. Así, si Juan agarra el muñeco preferido de su hermano y lo arroja al suelo una y otra vez, a la tercera vez se lo quitaremos de las manos y le explicaremos con un “porque” eso no se hace.
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