Explicar la
muerte de un ser querido a un niño es complicado
La forma de entender la muerte es algo muy subjetivo y personal para los adultos.
Además, al ser un fenómeno frecuentemente asociado a creencias religiosas, cada
familia conceptualiza la muerte de manera distinta y esto se transmite a los
hijos.
Cuando fallece un ser querido, los padres se plantean cuál es la mejor manera de
comunicárselo a los niños. Los adultos quieren evitar el sufrimiento de los
pequeños, pero en algunos momentos de la vida esto no es posible.
No existe una fórmula universal para explicar la muerte de un familiar a los niños de
3 a 5 años. Cada familia debe buscar la forma más adecuada atendiendo a sus
creencias sobre la muerte y lo que hay después de ella y teniendo en cuenta las
características del propio niño.
No obstante, teniendo en cuenta las características evolutivas de los niños de 3 a 5
años, pueden establecerse algunos consejos que las familias pueden tener en
cuenta para decidir cómo darles la triste noticia a los niños.
Los niños conceptualizarán la muerte de un ser querido en función de las habilidades
cognitivas y emocionales propias de su edad.
Así pues,
debido al desarrollo de su pensamiento, los niños de 3 a 5 años entienden la
muerte como algo provisional,
transitorio. Es decir, no entienden que la muerte es “para siempre”, que
nunca volverán a ver a la persona fallecida.
Además, los
niños de 3 a 5 años tienen un pensamiento y un desarrollo emocional
"egocéntrico", centrado en sí mismos, por lo que es común que se sientan culpables de
lo que acontece a su alrededor, incluso de la muerte de un ser querido.
También es
común que algunos niños muestren que no les ha afectado el fallecimiento del
ser querido y actúen como si nada
hubiese sucedido. Esto es muy desconcertante pero es normal.
Del mismo
modo, es normal que los niños tengan
regresiones, que dejen de hacer cosas que ya habían conseguido (como
volver a hacerse pis en la cama, pedir el chupete que ya habían dejado, etc.).
Asimismo,
los niños pueden expresar sus emociones
a través del juego. Es importante observarles para ir
conociendo cómo se sienten.
Cuando
fallece un ser querido, es importante contar
a los niños la verdad: que esa persona ha muerto, que ha dejado de
vivir. Cada familia explicará el concepto de muerte en función de sus
creencias, pero es importante que la explicación sea clara y sencilla, para que los niños puedan comprenderla.
Es
importante decir a los niños que la persona ha fallecido, que no volverá. Los
niños de esta edad no entienden que la
muerte es algo permanente, por lo que es importante explicárselo.
La noticia debe darse pronto, puesto que los niños percibirán la tristeza de los
adultos. Se debe esperar a que pasen los momentos de mayor impacto e intensidad
en los adultos para poder explicárselo a los niños con cierta serenidad. Pero
no se debe demorar demasiado porque los niños perciben desde el principio que
algo sucede.
Es
importante explicar a los niños de una forma sencilla de qué murió la persona
(estaba muy enfermo, se había hecho mucho daño) para evitar que los niños puedan sentirse culpables.
Debe tenerse
en cuenta que a muchos niños les costará tiempo aceptar lo sucedido. De ahí la
importancia de respetar el tiempo que
necesiten los niños para asumir la pérdida.
Es positivo animar a los niños a que expresen sus
emociones y dudas al respecto. Debe escuchárseles, atendérseles,
hacerles sentir arropados y comprendidos. Como en todos los ámbitos de su
aprendizaje, los padres ejercen de
modelo para los niños. Su forma de expresar los sentimientos asociados a
la muerte del ser querido servirán como referencia a los niños. Aprenderán a
expresarse en función de cómo se expresen sus adultos de referencia.
Para ayudar
a los niños a superar estos momentos complicados, es muy importante que el adulto se ponga en el lugar del niño, que
trate de entender sus sentimientos y de responder a sus necesidades. Esto
implica que tal vez el niño necesite más atención por parte del adulto, pasar
más tiempo juntos. Los adultos deben ser flexibles con el niño, adaptarse a los
reclamos del pequeño proporcionándoles seguridad y confianza para superar la
difícil situación. Si el niño tiene regresiones, deben aceptarse y permitirse,
puesto que éstas responden a una necesidad emocional del niño.
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